Siglos añejan el significado de la pintura que para nuestro tiempo funge como elixir ante la fugacidad y banalidad de la imagen, el imperio de lo efímero se manifiesta en cada muro de las redes sociales, en cada
selfie, en cada
like, en cada deseo de ser y estar en el instante de celebridad y reconocimiento, Los quince minutos de fama que divulgó Warhol se ha vuelto un mantra que se repite en cada persona que en nuestro tiempo grita más fuerte y de manera desesperada “¡Detente, instante, eres tan bello!”.Las piezas que se presentan en esta muestra es una instantánea del devenir de un creador interesado en la pintura y otros materiales a partir de su cualidad tangible, concreta y las posibilidades visuales que constituyen los elementos constitutivos de estos lenguajes, en la pintura los bordes y su integración espacial con el entorno, los símbolos y la abstracción en la superficie pictórica. La experiencia propuesta en esta muestra pictórica se deriva de dialécticas de sus investigaciones plásticas de la ausencia – presencia y de la acumulación – disminución en papeles y pintura a partir del recorte, devastado y calado. La condición perecedera del cuadro es un símbolo que nos recuerda que la pintura como representación de nuestra realidad es un reflejo de la condición frágil de nosotros, seres fugaces. Ante el peso atemporal de la imagen virtual aquí está la pintura y el papel palpitando bajo el instante poético, definición de Bachelard para la experiencia de lo que denominamos (todavía) arte.
¿Qué significa el tiempo para un mortal deseoso de asir un fragmento temporal? El Fausto del romanticismo alemán aún con todo el poder adquirido no puede más que exclamar impotente ante el trágico final de la bella flor
– ¡Detente, instante, eres tan bello! –.